El frío helado que recorre mis huesos y mis manos, me recuerda la incomodidad del corazón de hielo que vivió oculto bajo mi pecho. La ausencia de luz a mi alrededor que provoca silencios ensordecedores, llama a buscar en el interior del cuerpo lo que la piel grita a voces. Un no encontrar más nutriente que lo prefabricado por seres extraños, hace que me pregunte si necesitaré de otros cuidados o me basta con lo que tengo al lado.
Dicen por ahí que la mejor manera de no escuchar respuestas indeseables es no preguntando y caigo en cuenta de que estoy conmigo misma, sin referentes externos que me reflejen lo que siento y termino haciendo la pregunta que no quiero...
Miles de luces rojas entran por los poros, miles de rayos violeta se cuelan por las heridas viejas, miles de estrellas verdes nacen de las nuevas propuestas. Fue una sacudida de las visiones de niña que ya no me llenan, empujándome a terminar de nacer de este útero completo que ha sido el planeta, donde el hada ordena, la mariposa vuela inconsciente y juntas han avanzado hasta nuevas formas de marcar los pasos en el andar diferente.
De pronto, de entre la oscuridad que me rodea nace un punto de luz, débil, palpitante, esperanzador, constante, que me recuerda la inmensidad del universo y la pequeñez de mis deseos. Un punto de luz que crece desde adentro y me conecta con quien está también despierto... ¡Se paciente Mago, que voy naciendo de nuevo y reconozco que ahora me tocará a mi aguardar por esto!
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