Más paz que nunca

Hace mucho tiempo, dos personas inconscientes se encontraron por esas ironías de la vida y como atraídos por una fuerza natural abrieron la maldición del recuerdo, un recuerdo sensorial sin mucha conciencia racional, un recuerdo de sonidos, emociones, pieles y aromas, pero no de explicaciones que pudieran comprender más allá de las palabras que sobran.

Ella era un hada que habitaba en su reino de hielo. Acostumbrada a ordenar, decretar, ser el centro de atención sin mayor miramiento, ante cuyo llamado obedecían la tierra, el fuego, el agua y el viento. El recuerdo sensorial le despertó viejas heridas que no comprendía y la obligó a buscar en su interior la fuerza para reparar algo quebrado a lo largo del tiempo... un corazón partido por el olvido y el juego.
Quiso escapar entonces de cuestionamientos y diálogos, pero no pudo huir de su propia voz interna colmada de reclamos. Buscó guías, conjuros sanadores y ejercicios prácticos, y terminó dándose cuenta de que en el fondo de su cuerpo habitaba una niña encaprichada que reclamaba a gritos por equilibrar la balanza y se aferraba a sentimientos amargos. ¡La escuchó! ¡La escucharon!

El hada invocó de nuevo a los elementos. Recibió apoyo onírico y telepático. Se trasladó a su estado más antiguo y consiguió expresar sin miedos lo que rebotaba en su garganta.... simplemente un grito de angustia nostálgica, un grito de alguien llamado Ana. ¿Fue ésta escuchada? Sí y ante el asombro del hada, recibió las palabras que necesitaba.

Las aguas volvieron al cause,
el viento retomó su camino,
la tierra pudo estar de nuevo en paz
y el fuego recordó cómo limpiar.

Mágicamente se acomodó el destino y Moira integró el presente con muchos eslabones antiguos. Hoy, se duerme como la laguna sagrada, como el lago oscuro, como su espejo de obsidiana, simplemente en calma. Mañana, un futuro brillante aguarda...