Mariposa-hada no se quiso quedar con las ganas de saber a qué correspondía aquella situación conflictiva, por qué se había cruzado en su vida precisamente alguien en tan malas compañías, que además siempre había querido ser eso que ella tanto odiaba y por qué precisamente era éste ser quien le despertaba tantas ganas. Sus compañeros de camino le dieron algunas luces sobre la necesidad de ver su sombra interna, saber que todos somos iguales y dejar de lado su repudio a estas ideas extremas de violencia. Otros más enojados con ella le hablaron de controlar impulsos y tener que enfrentarse con su propia vergüenza. Pero aún así no terminaban de calzarle las piezas. Pues no había sido un encuentro fortuito ni desapercibido, tampoco uno más de los compartires de cama que había tenido, sino que algo profundo se había despertado en sus entrañas y no la dejaba tener paz ni calma. Un saltamontes le hizo ver lo sincrónico del momento de aparición del geminiano con sus deseos de cortar con todas las historias de culpa y agresión que había recordado y cómo este soldado podía representar la caída del invierno sobre su crecimiento y práctica de vuelo. Pero aún así faltaba algo...
Mariposa-hada entonces consultó con su bolsa pitonisa y ésta le dio la clave que buscaba: "El miedo, lo importante no es no tenerlo, sino que no nos controle el alma". Esas palabras le recordaron cómo la noche anterior temblaba en sueños al recordar escenas de violencia militar y cómo temblaba también al ser revisada su situación legal en tierras lejanas. Comprendió entonces que el haber compartido la cama con un ser entrenado para matar, no sólo le había hecho cambiar un poco la imagen que de ellos como seres humanos tenía, sino que la había empoderado en sus recuerdos de niña. ¡Ya no era la víctima! ¡Ya no era la mujer asesinada por cuestionar ideales políticos! Ahora se había dado una conversación entre dos personas iguales con diferentes formas de ver la vida, que no iban a cambiar sus perspectivas pero no ponían por eso en riesgo su vida. ¡Sintió paz! Soltó la culpa y la vergüenza. Pudo contarle a su Sol pareja cómo se estaba sintiendo físicamente y éste como siempre, salió al rescate de su princesa. En pocas palabras, ¡sanó el miedo de caer presa!
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