lunes, mayo 23, 2022

Momentos de conversaciones y roces sabatinos

Cuando la vida decide que es momento de avanzar no importan los lugares o los tiempos, las cosas se dan...

Momento uno sabatino: El fauno... la ausencia del cuerpo en las sábanas, cuando se prefiere la fiesta u otras compañías, cuando la ansiedad hace consumir excesos en un afán de perderse la realidad, cuando no te siento a través de mis labios, ni compartimos ya un beso ... eso desata desapegos, me quita el antifaz de esperanza, me decolora el sueño... y me voy, me alejo sin darme cuenta, hasta que me estorba el olor de la cotidianidad.

Momento dos sabatino: El centauro... el corazón se me parte al comprender mi egoísmo ancestral. Sé que podías irte en cualquier momento y no soy responsable de tu propia fantasía, pero también asumo mi parte en la búsqueda cuando la soledad me ha consumido. Te voy a echar de menos abrazo seguro, mirada de anhelo, palabras protectoras a cualquier distancia en el tiempo. Te doy la libertad que desde hace años debí ofrecer a quien realmente importa y me sostengo a mi misma para no perseguir la seguridad de tus besos. Debo crecer... y para eso no puedo seguir ocultándome en tus recuerdos.

Momento tres sabatino: El lobo... el desequilibrio entre exitación y expectación que me causa tu mano en mi espalda, tus dedos en mis brazos, tus ojos en la línea de mi mirada, tus palabras encriptadas y un llamado que muchas veces no sé si me lo imagino o realmente está pasando. El miedo a salir lastimada que me hace correr en dirección opuesta al deseo de mi alma. Un no entender los cambios energéticos entre la sequedad de unos días y el acercamiento inesperado de tu cuerpo al mío cuando menos me lo espero. ¿Qué somos?, me pregunto muchas veces y me paniqueo de expresar en voz alta mis pensamientos... ¿Existen sentimientos, o será que la fantasía es mutua y si nos volvemos reales salimos huyendo? Por eso no nos atrevemos... No tengo respuestas y no puedo enfrentarme a lo que creo que quiero... pero vuelvo a recordar tu caminar hacia mi metro cuadrado de la nada, tus manos en mi piel, tu corazón latiendo con rapidez, la mirada secreta, la imagen que enciende deseos... y me desvanezco en un suspiro vinculante conocido de tantos siglos. Quizás algún día me sienta con la fuerza para ser yo quien se acerque a acariciarte o perdás la timidez y accionés de nuevo un roce en mis labios.

Por ahora, sé que debo avanzar, sacar de mi camino las ambiegüedades, ser la diosa encarnada que vino a jugar a ser humana.

Diosa Gaia: significado, qué representa y quién fue

Cuando soñamos las cosas parecen más reales...

el sueño nos conecta con nuestro mundo interno