sábado, agosto 11, 2012

Desenmascarada sureña

Una vez me dijeron que en el sur iba a encontrarme con mis verdaderos yoes, sabía entonces ya desde hace tiempo que no podría seguir ocultando sentimientos, pero lo que no me avisaron, fue la forma de caerse a pedazos los rostros que me había venido pintando.

Después de múltiples discusiones sobre jerarquías emocionales y sexuales (el Manual del 1, 2, 3, como le dice mi amigo sauce, que por ahora está en borrador y algún día publicaré), de muchas explicaciones a los rostros que me miraban con ironía e incredulidad ante tanto razonamiento, de echar a perder oportunidades de conexión por prejuicios y críticas externas, después de tanta desestructura interna, vino una de mis maestras y me lo reflejó en palabras sencillas: "mostrá quién sos, qué sentís, más allá de la respuesta del otro, sin prever reacciones, ni temer decepciones, simplemente diciendo lo que hay en tu corazón... que te chupe un huevo lo que el otro tenga que decir al respecto, son tus emociones, tus deseos, tus decisiones".

Creía tan superado esto de las máscaras y de pronto me doy cuenta de que sigo siendo posera, versera, histérica, preocupada por el qué dirán, deseosa de aprobación, temerosa del rechazo, de corazón alcachofado, con ganas de no estar sola. Todo esto encubierto por una fachada de diosa superada, mujer madura experta en despachar compañeros de cama, tentación inalcanzable o incontrolable, reina de corazones que va quitando suspiros a su paso y un poco más de ego que se infla con cada conquista a lo largo de los años.

Admiro tanto a quienes he conocido en el camino, que no se guardan sus sentimientos y los lanzan al aire simplemente sintiendo, escribiendo mensajes, canciones y poesías con nombres y apellidos, diciéndole a sus objetivos de amor qué desean. Al mismo tiempo los sentía tan necesitados de compañía que no me atrevía a compararme con ellos, más allá de un anhelo de obtención de lo que deseaba mi corazón. Pero resulta que en el fondo del alma, cuando a solas me encontraba, gritaba en silencio por tener un poco de ese valor para luchar por el amor, "chupándome un huevo o importándome un bledo", como se le quiera decir, el exponerme a sentirme vulnerable. Deseaba con todas mis fuerzas tener su valentía y decirle al mundo cómo me sentía.

Pues hoy bajé la guardia, escribí el mensaje más afín con lo que deseo decir... aún no lo he enviado a la persona remitente, aún aguardo un momento seguro para hacerlo. Vamos, que los cambios son poco a poco y todavía siento temor de exponerme, exponer mi vulnerabilidad emocional, sentirme rechazada o ridiculizada ante otras personas, creer que estoy rogando por cariño, no obtener lo que desearía que me dieran sin tener que pedirlo. Mi omóplato izquierdo, aquel con el cual sostengo el escudo, salta inmediatamente y se rigidiza; estiro entonces la columna a como he aprendido en yoga (entrenamiento corporal), me repito que somos uno y nada puede hacerme daño a como he integrado en alquimia (entrenamiento emocional y mental), recuerdo lo que vine a hacer esta vez como Moira y Marina a como he conscientizado en astrología (entrenamiento espiritual) y doy otro paso de bebé hacia mi transmutación en sacerdotiza de la diosa, lo que simplemente significa, saber qué quiero, crearlo y obtenerlo, sin temores, sin culpas, sin reproches, simplemente viviendo.

El Árbol de la Vida va en crescendo, el Alma sabe que no se trata de determinadas personas, sino de soltar viejas creencias que nos han limitado a lo largo de las experiencias y que cada ser que se cruza por nuestra vida nos trae un aprendizaje. Por eso no puede haber amarres, pero tampoco la frialdad del hielo que ha venido evitando los acercamientos.

Voy pariéndome entonces a mí misma, dejando que sea la fluidez quien decida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Cuando soñamos las cosas parecen más reales...

el sueño nos conecta con nuestro mundo interno