lunes, agosto 20, 2012

Entre sueños azules

Hace algunos días y muchos siglos atrás, la mariposa alzó sus ojos al cielo y le pidió a las estrellas entender qué significaba aquel encuentro en su plan de vuelo. Los dioses de los sueños quisieron responderle con algunas imágenes sentidas oníricamente, de esas que ella tan bien comprende, pero se les fue la mano en la respuesta y ella la sintió en la espalda aún estando despierta.

Desde entonces, una presión en su campo de acción recorre su columna vertebral, recordándole que es luz, que es voluntad, que sus sentimientos deben moverse hacia afuera con la fuerza del amor y que existen almas que han pactado encontrarse por fracciones de segundo, sólo para cumplir una misión... ayudarse a despertar y no perderse en el camino transpersonal, que da vida creativa a quienes quieran escuchar.

Esta es la historia que despertó un poco más las conciencias y ha hecho que desde entonces algunos se cuestionen viejas creencias...

Moira y Tierra recorren un largo camino en tren, van a hacia la libertad del campo, un lugar donde saben que pueden conectar con duendes, recuerdos y herencia ancestral. Antes de llegar al destino, bajan del tren y encuentran un espacio para comer y descansar. Se encuentran también con viejos amigos, con personas que las invitan a compartir sus anécdotas y sus aprendizajes. Mientras Tierra enseña un poco sobre la libertad en la vida, Moira se encuentra con dos seres vestidos de azul de pies a cabeza, que la acompañarán en el resto del recorrido.


Los seres azules, vestidos de voluntad y fuerza de acción espiritual, son una bebé y un hombre. La bebé, hermosa y sonriente; el hombre, seguro de sus acciones y firme en las instrucciones que pone en práctica. Moira alza en sus brazos a la bebé y no puede evitar decirle palabras cálidas y amorosas. El hombre, la toma de la mano y caminan juntos hacia la salida del espacio de descanso, listos para comenzar el resto del camino hacia su destino en el campo.

Recorren juntos, al mismo paso, una estrecha carretera de madera. La bebé ha desaparecido del entorno y Moira se pregunta si la habrá guardado en alguna parte de su equipaje. De pronto el hombre comienza a caminar más de prisa, suelta la mano de su compañera y corre por el camino de madera. Moira lo llama a gritos desde atrás, le dice que no puede seguirle el paso, que la espere, pero él parece no escucharla y ante la angustia de ser abandonada, ella comienza también a correr con tal de no perder de vista su espalda. Cuando lo alcanza, se encuentran al borde de un río y saben que deben cruzarlo si desean alcanzar el otro lado del camino.

Ante el asombro de Moira, en el río caudaloso que los separa de su destino, hay varios cubos de colores que se balancean peligrosamente formando un puente. Es la única forma de atravesar las aguas, pero ella tiene miedo y él, confiado y contundente, le advierte que si no lo cruza se quedará sola, pues el avance no puede evitarse y de forma repentina comienza a brincar de cubo en cubo alejándose de la orilla.

Moira entra en pánico, cree que se resbalará de los cubos y morirá al caer al agua; sin embargo, al ver que su compañero cada vez está más lejos, comienza a brincar hacia adelante... uno, dos, tres cubos, cae al agua, comienza a ahogarse, la invade el miedo, no puede respirar y cada vez se hunde más, alza entonces un brazo fuera del agua pidiendo ayuda y se rinde ante el hecho de que puede morir si intenta salvarse sola. Una mano se aferra a ella y alzándola sin esfuerzo la pone a resguardo del otro lado del río. El hombre, su complemento masculino, no la ha dejado ahogarse, pero ella tuvo que intentarlo y tirarse al vacío confiando.

Una vez puesta en suelo seco, encuentra de nuevo a la bebé, que siempre ha ido con ellos a lo largo del recorrido. La toma de nuevo en brazos, la colma de cariño y palabras hermosas. La bebé se ríe, se muestra amada y segura. El hombre le dice entonces que es hora de hablarle a esta bebé sobre su mamá. Moira contesta que no sabe quién es su madre, no la conoce. El hombre la mira directo a los ojos, conecta con su alma adormecida y le repite muchas veces que ella sabe quién es la madre de esta niña, que ella la conoce mejor que nadie y que ya es hora de encontrarse con la vida.

Ante esta conexión de miradas álmicas y por la fuerza de las palabras, la Mariposa abre de repente los ojos en medio de la noche y se desata la presión en su tercer chakra por la espalda. Pasan ante sus ojos imágenes del guerrero externo y comprende que él le ha estado reflejando una fuerza de acción interna que ella guarda en su corazón, como guerrera de la diosa que ha sido desde el inicio de los tiempos.

No está segura si esta bebé vestida de azul es ella misma renaciendo en voluntad divina para cumplir con su misión o es la hermosa niña que ya ha visto otras veces anunciando su procreación; pero independientemente de quién sea, sabe que es un comienzo de nuevas aventuras, de otras relaciones, de emociones frescas, novedosas acciones en su vida. El río, sus emociones. Los cubos, las estructuras que pueden darle seguridad en medio del desborde emocional, pero que deben ser también flexibles ante tanta humedad de corazón sensible. El hombre, su parte masculina, fuerte, mental divina, la protección que unas reglas de acción pueden ofrecer y que también la llevan a avanzar por la vida.



Reflexiona entonces qué tiene esto que ver con su petición a los dioses la noche anterior. El soldado, el guerrero, el compañero que aceptó cruzarse en su camino en este momento, la ha ayudado a recordar que la fuerza externa comienza en el interior del corazón y, que aunque algunas personas, o muchas, critiquen una elección de vida, si es algo que se siente en las vísceras, debe defenderse ante cualquier cuestionamiento que hagan quienes no comparten esta pasión. Cae en cuenta de que ambos son guerreros, almas fuertes que buscan un lugar de pertenencia que les recuerde su misión... uno hacia lo social, otro hacia lo espiritual, pero al final del camino, con igual determinación.



Siguen los mensajes, sigue la comunicación... 

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Cuando soñamos las cosas parecen más reales...

el sueño nos conecta con nuestro mundo interno