miércoles, febrero 18, 2015

Conciencia pasada por agua

En mi casa siempre se nos enseñó que una lágrima era señal de vulnerabilidad, máxime si se derramaba por una pareja o por las decisiones mal tomadas. Había que asumir las consecuencias con la frente en alto y el pecho dispuesto para recibir las balas de la batalla. Además, un tema del corazón era una cosa superflua y no valía "la pena" (literalmente). Sí gracias, mi papá fue criado y formado por militares y mi mamá, una generala por sí misma, que tuvo que aprender a tragarse las lágrimas porque había que aprovechar el tiempo en trabajar para mantener a su familia sagrada. Así que a tragarse las emociones y echar pa'delante, que hay cosas realmente importantes en la vida y no se resuelven llorado.

Así aprendí a tapar dolores con nuevos amores, a hacer de cuentas que no pasaba nada y a tragarme las ganas, a cubrirme el corazón con hielo y a despachar a quien estuviera haciéndome pensar demasiado en qué sentía mi corazón asustado. Pasaron muchas relaciones, hubo muchas personas heridas, creí morir en ciertas ocasiones y con la fuerza de mi virgo mental me levanté del suelo entre escombros y pedazos de sueños destruidos. Una hermosa alma, protectora de muchas vidas pasadas, logró por primera vez atravesar las murallas de cristal. Me enseñó a amar. Este ser de carne y hueso también tenía deficiencias y limitaciones. Mi niña histérica, sedienta de amor a SU manera, no supo tener paciencia para crecer juntos y, ante el peligro de quedarse atascada en un hermoso sueño, prefirió salir volando y dejar atrás cualquier promesa de amor eterno.

Al levantar el vuelo, me traje guardado en el cofre de hierro que era mi corazón, el recuerdo de este gran amor y, aunque fue mi decisión salir corriendo, siempre creí que al regresar a tierra mi guardián álmico iba a estar esperando... pero no fue así. Protegí entonces el recuerdo de cualquier otro ser que pudiera superarlo, dejé que las nuevas personas a mi alrededor me mostraran posibilidades de relación que saciaran mis deseos y pude sentir que había esperanzas de crear nuevos senderos. Pero una parte del tesoro seguía intacto, la más importante, la más personal: la complicidad de compartir el juego que tenían nuestros niños internos!

Una noche cualquiera, de temas variados y experiencias nuevas, aparece un viejo compañero álmico y abre la caja de pandora, pone sobre la mesa la posibilidad de compartir ese tesoro con alguien más. El mundo se cae, el cofre se abre y lo que había estado dormido despierta con fuerza arrastrándome a las profundidades del dolor camuflado y el vacío en el corazón que al haber sido olvidado, había tomado el control de la situación.

Pero por qué tanta reacción dramática? -- Pregunta mi virgo mental que ha estado dispuesto a compartir de nuevo los sueños con alguien más.

Porque al salir a la luz el tesoro de juego lúdico en lo mundano, me doy cuenta que pude haber resuelto otras cosas más importantes que una búsqueda de libertad, soy más consciente aún de la falta de complicidad natural que existe con la nueva propuesta y de que mi guardián mágico ya no va a regresar. -- Responde el corazón que ya no tapa huecos, ya no tiene sexo sólo por diversión y ya está cansado de simular que nada pasa, cuando en realidad está por atravesar la última parte del túnel de la desesperanza y desea por fin volver a amar... Pero para eso, debo despedirme del tesoro, de la promesa, de la imagen real de aquella hermosa alma.

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Cuando soñamos las cosas parecen más reales...

el sueño nos conecta con nuestro mundo interno