con vergüenza la cabeza repite una y otras vez lo que ya sé,
no puedo dejar de lado que hay una defensa de formas de ver la vida
que traspasa mis días y mis noches desde niña,
quizás sí fue una reparación del alma, pero el cuerpo lo paga
y sus voces refuerzan la pregunta que yo misma me hago:
¿cómo pudiste darle paso a un milico?
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