jueves, julio 19, 2012

Había una vez una princesa....



Siguiendo el ejemplo del duende, parte de mi círculo cercano de amigos mágicos, a veces las cosas son mas fáciles de decir en cuento o poesía que racionalmente. Hoy no estoy para versos, así que probemos con un "había una vez..."



Había una vez una reina muy enojada con su pequeña hermana, que la odiaba con los ojos pero no podía tocarla. La pequeña princesa la admiraba como toda hermana menor, la respetaba y le había jurado lealtad. Una lealtad que compensaba el deseo de muerte que en otras vida le había lanzado como maldición por inmadurez e ignorancia. Había una lucha de poder entre estas dos hermanas, que si hilamos mucho y profundamente, podía rastrearse hasta una imposición para ambas de ciertas condiciones grupales, para las cuales no fueron consultadas previamente, pero que las habían puesto a jugar en extremos opuestos de los roles del tablero. 

La reina sin saberlo, había caído en las redes del desprecio, la envidia, el juzgamiento, aún antes de nacer. En alguna vida anterior, había aceptado como una humana más, ser pareja de un mago perteneciente a alguno de tantos grupos antiguos de conocimiento, que menospreciaban los sentimientos y en donde sus dirigentes sólo le comunicaban a sus miembros lo que les tocaba hacer. Este mago era amigo de uno de los grandes jerarcas del grupo, quien en algún momento canalizó o creyó entender que su hermano mágico debía fecundar a una de sus hermanas vírgenes sacerdotizas, para mantener una línea sanguínea mágica. Su esposa nunca pudo dar su opinión al respecto, tampoco entendía muy bien por qué debía pasar esto, ni compartía la forma de ver la vida del mago, pero se guardó sus opiniones y comenzó a nacer en ella un brote de resentimiento por la magia, los rituales naturistas y quien estaría con su compañero en la cama. A la niña virgen, que había nacido y crecido en la comunidad mágica, se le confundieron los sentimientos, pues antiguamente esta alma de mago había compartido con ella una conexión lemuriana, que se vio cortada bruscamente al entrar el metal en la atmósfera de Gaia. Al ser tan joven esta vez y ser también humana, aunque tenía muy clara su función en la fecundación, ante el asombro de sus hermanas y el resto de su familia mágica, desató su furia contra el mago, una vez que éste regresó a su casa, a su rutina y a su pareja humana. Cometió algunas locuras, maldijo con toda la intención de su joven corazón a quienes creyó la causaron este dolor y prefirió morir, con todo y el producto de la fecundación, antes que seguir formando parte de semejante circo, pues aunque era una princesa mágica, se sintió irrespetada.



Esta pequeña princesa, princesa mágica, aceptó volver a nacer cerca de las personas a las que había maldecido, pues su alma  madura sabía que debía compensar el desequilibrio creado por los anteriores actos. Aceptó entonces que la esposa del mago fuera su hermana mayor, reina de un castillo humano, que el mago fuera un príncipe con poder sobre su destino y que muchos de los miembros de su familia mágica volvieran a acercarse como parte de la corte que siempre la acompañaba. El producto de la fecundación estuvo también cerca esta vez, asumiendo formas de protección que tiempo después fueron tomando fuerza y recuperaron funciones antiguas de cuido y apoyo, que hacía muchos años ya había utilizado. Esta vez, la reina no podía tener hijos y los consejales del palacio, magos previamente entrenados, sugirieron que la princesa continuara la sangre real. Se repetía la historia, pero ahora la princesa sentía lealtad hacia la reina, cariño hermanable y estaba dispuesta a dar la vida por ella. La reina incrementó el odio secreto por su hermana, que esta vez mantuvo su palabra y no desarrolló sentimientos; sin embargo, una sensación de deber se implantó en el reino. La princesa estaba sometida a los deseos del príncipe, a los deseos de la reina, a los deseos de terceros que llegaron buscando posibles esposas. La reina se apresuró a actuar antes de que se diera una fecundación, pero no pudo impedir que hubiera varios intentos. Un nuevo pretendiente compró a su hermana y se la llevó lejos. El príncipe entró en cólera y desató una lucha por recuperarla. El nuevo dueño de la princesa juró que jamás se la quitarían y mantuvo su promesa hasta el final de sus días.


En el reino fueron muriendo todos poco a poco, la princesa le juró a su hermana que nunca la traicionaría y murió creyendo en sus palabras. La reina la hizo jurar que nunca tendría a su progenie real. El reino se acabó y todos regresaron al fondo del salón. A evaluar situaciones para ver cómo iban a regresar a jugar. Esta vez la princesa mágica había logrado equilibrar sus odios anteriores, o así lo creyó. El alma que jugó a ser reina era quien debía transmutar esta vez el odio que gestó.

La princesa mágica volvió a nacer cerca de su equipo de apoyo especial: sus cuidadores ancestrales, sus ángeles álmicos, sus amigos mágicos. El anterior pretendiente estuvo en su vida presente, tratando de cambiar las sensaciones de posesión. Ella se crió en un ambiente de nuevas sacerdotizas, quienes aceptaron ser su familia sanguínea conectaron con metafísica, chamanismo, magia y seres elementales de la naturaleza, permitiendo que al compartir ahora su habitación bajo un disfraz hermanable, le fuera más fácil recordar e integrar su conexión con las tradiciones de la diosa y lo que antes la volvió loca.



Esta vez la reina y el príncipe comenzaron a relacionarse por su cuenta, e incluso cuando el mago y la princesa mágica volvieron a encontrarse, ella no lo reconoció y su alma se protegió de recuerdos y conexiones complicadas. Lamentablemente, como todo en el universo, cuando algo está para gestarse las condiciones simplemente se dan. El mago se reencontró con algunos de sus hermanos mágicos, con la fecundación original detenida por la princesa y con una serie de circunstancias en su vida que lo volvieron a poner en el camino de ésta. La  princesa mágica volvió a cruzarse con su familia mágica poco a poco, estuvo en un constante vaivén con la energía del pretendiente que juró no perderla nunca y cuando se desató la hecatombe energética, la encontró también la fecundación dejada a medias, que ya había contactado con ella en otras historias y había ido generando una mezcla de deseo de protección, pues era su esencia natural, con resentimiento por las deudas.



La princesa mágica guardaba sin embargo el sentimiento de lealtad añejo por quienes fueron su hermana reina y el príncipe en otra vida y eso hizo que cuando él insistió en buscarla, ella repitiera patrones de acciones y sintiera culpa, pues creyó ser desleal a su hermana y merecedora de castigo. Como parte de estos castigos, el pretendiente reaccionó explosivamente al enterarse de que su objeto de deseo estaba en manos ajenas que sentía como rivalidad y salió a la luz la figura de protección que se había prestado para la fecundación. Pero había un elemento allí que la princesa no se imaginaba: este elemento de protección ya había recurrido a medidas extremas para cuidarla antes. Había matado y muerto por ella. Había limitado sus pasos. Había deshecho imperios y acciones con tal de protegerla y ahora, estaba dispuesto a odiar al príncipe aún sin que ella hubiera aparecido en el escenario, a llevársela lejos de la magia, a mantenerla oculta de cualquier posibilidad de expansión de conciencia y sabía qué palabras decir y cómo hacerlo para conseguirlo.

A todo esto, en lo más sutil de los lazos energéticos, la reina volvió de nuevo a odiar, ahora más inconscientemente de las razones. La princesa mágica volvió de nuevo a sentir culpa, sin saber por qué defendía algunas acciones. El pretendiente se hacía y deshacía en persecuciones que siempre terminaban con deseos de poseer. La familia mágica iba poco a poco acompañando a la princesa, tratando de atar cabos, pero a veces con designios que sonaban impuestos por costumbre de decir lo que había que hacer. La energía de la  fecundación incompleta resultó ser un maestro que cambió su lugar de acción hacia la compañía en pareja infantil, que satisfacía todos los caprichos de la princesa con tal de verla sonreír feliz, pero ocultaba también un deseo de controlar y resguardar a través de la muerte espiritual. Y el mago... el mago estaba muy perdido en sus deseos, sin saber realmente cómo actuar, haciendo por impulso y ocultando el rostro del manejo mágico que algún día tuvo.

La princesa decidió ante tanto desastre, buscar más profundo aún en su alma y tratar de entender por qué había comenzado todo esto. Recurrió a muchas maestras de su círculo mágico. Muchas ancianas del grupo le ayudaron a recordar detalles más antiguos aún que la historia del mago y la fecundación impuesta. Ella pudo entender imágenes de luchas cuerpo a cuerpo, suicidios masivos para salvarse de invasiones, músicas, flores, aromas, colores... no sólo trajo a su memoria antiquísimas razones, sino que también pudo rellenar huecos entre un recuerdo y otro. En toda esta historia se repetían personajes asumidos por almas que siempre habían caminado con ella en diferentes roles, sentimientos, acciones, pero había un patrón en común que dos de sus maestras le repitieron hasta que se grabó en sus células: "sos un alma vieja que viene a despertar conciencias". Esto había causado tanto dolor en ella, tanto miedo ante las muertes que había tenido que enfrentar, tanta deuda por las acciones que se daban, que se resistía a abrirse a la posibilidad de volver a asumir roles de autoridad o centralidad con quienes la rodeaban, aunque naturalmente esta fuera la energía que a su alrededor se generaba. 



La princesa mágica encontró paz cuando armó el rompecabezas completo. Cortó lazos kármicos. Mandó a cada uno de los personajes de la historia a asumir sus responsabilidades y emociones. Se quitó de encima la deuda personal que tenía con muchas almas a lo largo de sus vidas y perdonó algunas promesas incompletas que otros habían dejado a medias. Aún no se atreve a asumir del todo su lugar en la mesa mágica, pero al menos ya acepta que sus palabras tienen un peso importante, que el continuar con el linaje puede ser necesario fuera de la rutina de pareja, que cuando entra a una habitación ésta puede iluminarse y eso no puede controlarlo ni es peligroso para su vida actual, que no le debe nada a nadie y que cada quien debe resolver sus insatisfacciones si quiere caminar a su lado. 

Había una vez una pequeña princesa mágica, que aunque tenía un alma vieja y sabia, tuvo que pasar por muchas vidas para sanar heridas y equilibrar su energía. Pero en el año del cambio, en el año del dragón y el acuario, aceptó tener por nahual a un tecolote, a la luna en cáncer, al sol y a saturno en virgo, a marte y venus en libra, su kyron y su nodo negativo en piscis, a su complemente en capricornio y a un caballo de tierra por comandante de su estrella oriental. Con esto aceptó de nuevo su misión de despertar conciencias y se ofreció a venir a la Tierra para acompañar a Gaia en su ascensión como planeta escuela.

¿Cómo terminó la historia? Aún se está escribiendo y aunque su familia mágica, su equipo de apoyo ancestral y sus maestras insisten en decirle las posibilidades más certeras, ella sabe que puede elegir los caminos, que intentará no sentir desequilibrios y que no quiere saber aún el final de la historia, por más mágico que parezca.

1 comentario:

  1. Wow... Hermosa historia, simplemente es conectante. Es cierto que todos volvemos al centro de la sala para escoger nuestras fichas! Y acá esta tu corte mágica para seguir apoyándote!

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Cuando soñamos las cosas parecen más reales...

el sueño nos conecta con nuestro mundo interno